Estadio Eduardo Santos está entre la gloria y el olvido

Hoy recuerdo más que nunca la primera vez que fui al estadio Eduardo Santos. Al  igual que la mayoría de samarios, hice ese día nació una relación de por vida con el club de los colores azul y rojo.

Nuestros mayores nos entregaban un recuerdo con olor a una gloria obtenida en 1968 y por eso sabíamos que la alegría era verdadera porque ocupaba todos los volúmenes que llenaba de color  nuestros sentidos.

Ahora, este sitio siente la incertidumbre pues está a punto de caer con los brazos tumbados y con la mirada vuelta hacia la gloria en la misma ciudad donde se consagró como templo futbolero.

Sin premeditación y sin despedirse de nadie, está a punto de acostarse sobre la yerba de la muerte. Sin embargo, los que simpatizan con el incontenible afán de renovación, sienten un sabor soso, aburrido, ya aquel triunfo y la única estrella del escudo no tiene ya ninguna importancia por la simple razón de que tenemos que avanzar.

Las aguas de las horas vividas golpean a aquellos que vivieron su mejor momento en las cabinas de radio, en la cancha, en las gradas. Se les trata como si solo estuviesen cumpliendo con el  deber de la decadencia; como si lo que único que no pudiéramos soportar de esta victoria  es el  íntimo arraigo que ya teníamos de ella.

¿Se imaginan al Eduardo Santos siendo estadio Fifa en el corazón de la ciudad?  Como diría el fallecido poeta de la radio samaria Joaquin Sierra Silva. Cerremos los ojos por un momento e imaginemos un gran centro comercial en los alrededores del escenario, un museo de las glorias, el salón del recuerdo administrado por la Asociación de Glorias del Fútbol Samario, auditorios deportivos  y culturales, cafeterías, restaurantes, comidas rápidas, cajeros automáticos, locales para artesanías, almacenes de cadena, almacenes deportivos, oficinas para las ligas, auditorio, hotel para los deportistas, gimnasios, departamento biomédico y además monumentos de Radamel Falcao, Alfredo Arango y Carlos Vives, quienes les harán compañía a la del Pibe Valderrama.

En el estadio Eduardo Santos, se logró el título del unión Magdalena en 1968. Allí se vivieron los clásicos contra Junior, allí se consagraron los mejores narradores y comentaristas de Santa Marta. Hoy mientras se define el futuro de este patrimonio, esos momentos solo son fantasmas que en medio de la soledad aguardan su destino incierto. Entre la gloria o el olvido.

Por: Mary Sánchez

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