Análisis: educación, a la suerte

¿A ciencia cierta cuál es jueguito de hechos y palabras al que parece estarle apostando el gobierno con el presente y futuro de la educación en Colombia?

Por un lado implementó a las carreras, y sin negar nada a la improvisación, el plan de la virtual educativa cuando la pandemia por Covd-19 llegaba a su primer trimestre en 2020.

Estonces, a correr todos: docentes, rectores, coordinadores académicos y, obviamente, los estudiantes para salirle al paso a la modalidad que agarró a todos por sorpresa. Pero sólo voy a referenciar lo que considero el más agudo de los problemas que salió a flote: nuestros estudiantes más pobres no tienen conectividad a internet ni fácil acceso a un computador. Sin embargo, se anunciaba – voz en cuello – la implementación de la educación virtual o bajo el modelo de la virtualidad.

Ya conocemos lo ocurrido: padres de familia y estudiantes que no reconocen avances en el proceso de enseñanza-aprendizaje, particularmente por el bajo nivel de calidad ya que la cualificación docente también fue puesta en jaque ante esta nueva emergencia que era ahora la educativa.

Después, se le abrieron las puertas a la inoportuna apertura económica y del empleo, trayendo consigo el sofisma de la vacunación masiva y casi que por efecto dominó la «necesidad» de promover la alternancia educativa. Cosa que apenas logró implementarse, para el caso de ciudades como Barranquilla, solamente con éxito en algunas instituciones privadas. Por ejemplo, y como lo pude constatar, en el colegio Biffi La Salle.

Así las cosas, todavía no se habían terminado los anuncios oficiales sobre la adecuación de las IED en Barranquilla con relación a la instalación de los lavamanos, la demarcación de los espacios para recordar el distanciamiento físico o el acondicionamiento de las aulas de clases; cuando ya se nos vino la orden perentoria de retornar todos a clases en el segundo semestre del año, es decir, el próximo mes de julio. Y, como si fuera poco, bajo la presión oficial o amenaza de no pagarle salario a los maestros que no concurran a las clases presenciales.

Frente a este panorama, cada vez se escuchan más voces en contra y particularmente en boca de padres de familia que se oponen rotundamente a enviar sus hijos de nuevo al colegio ante la amenaza o riesgo latente de resultar infectados con el Coronavirus. Pero digamos, contradictoriamente, se sigue repitiendo masivamente el mensaje de «no bajar la guardia porque el Covid-19 no se ha ido».

«Celebre el Día del Padre sin reunirse en casa porque en las reuniones familiares hay foco de contagio, evite las aglomeraciones, no salga de la casa de no ser estrictamente necesario, etc…

Es decir, siguen todo tipo de apresuradas decisiones en esta extensa cadena de improvisación por cuenta de la sorpresiva, desconocida y mutante pandemia que también tiene a la educación dando tumbos.

Tal y como están las cosas, y pese a la llamada fatiga emocional de los jóvenes estudiantes en razón al confinamiento extendido, por lo que muchos querrían volver al colegio para reencontrarse con sus compañeros, el tan anunciado retorno a clases no parece ser algo muy esperado, aunque el gobierno tampoco propone alternativa distinta.

Por: Freddy Gutiérrez B.

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