Historia íntima de la captura del ‘Che Guevara’ en Baranoa

El empecinamiento de un oficial de la Policía por descubrir algún delito en la frágil apariencia de un actor del Carnaval que ha personificado por más de cincuenta y cinco años al legendario guerrillero “El Che Guevara”.  

Por William Ahumada Maury / Fotos y videos cortesía

Después de más de cincuenta y cinco años de “incursiones y tomas en las fiestas de Carnaval de Barranquilla”, finalmente el legendario guerrillero alias el “Che Guevara” fue capturado cuando caminaba desprevenido con varios “compinches” por una carretera del norte del departamento del Atlántico.

En este inesperado operativo no hubo combates. No hubo movilización de tropas. No hubo aviación, mucho menos asaltos aéreos, ni personas muertas.

De hecho, no hubo operación de inteligencia, ni agentes infiltrados, ni seguimientos bajo cubierta. No concertaron altos mandos militares bajo la luz amarillenta de una lampara, estudiando planos enormes de las montañas colombianas envueltos en las nubes de tabaco, que caracteriza la planificación de asaltos militares.

Para sorpresa de todos -la mañana en que finalmente el Che cayó preso- no estaba acompañado por los compinches de “armas” con los que siempre ha burlado lo rudo de la vida: alias “Raúl Reyes”, alias “Los Magníficos”, alias “El Mono Jojoy”, alias “Hugo Chávez”, alias “La Muerte”, alias “El Descabezado”, alias “La Loca”.

Los informes reservados de inteligencia indican que las “tomas de poblaciónes” siempre se hacen con enormes bandas. Algunas de ellas reconocidas en los expedientes como: “Los Monocucos”, “El Torito”, “El Toro Grande”, “Las Negritas Puloy”, “Los Cabezones”, “Las Marimondas”, “El Gallo Giro”, “el Gran Carajo” y otras organizaciones que se iban anexando en su trasegar insurrecto por las calles de Barranquilla.

Nuestro Che criollo -al que muy pocos conocen por su nombre de pilas, Pedro Vergara Mena- cayó redondito en una de las “tomas” que lo hicieron famoso por más de cincuenta y cinco años en donde quiera que hubiera fiestas de Barranquilla; finalmente fue capturado en una caravana carnavalera.

No le pusieron un atractivo señuelo femenino, como en otros operativos de la fuerza pública. Sólo lo llamaron por su celular para invitarlo a un evento de disfraces, saltó de su silla de zapatero en la que eternizó su silenciosa fama y abandono raudo su puesto callejero, del centro de Barranquilla.

Atrás, uno de sus nietos trató de preguntar algo, pero Pedro no lo escuchó. Corrió hasta su casa en San Roque, ató sus bártulos y salió al encuentro de algo.

-Por Pedro casi nadie lo conoce -invitamos al Che Guevara- a la llamada “Caravana de la Victoria” por los municipios del Departamento del Atlántico para celebrar el éxito en las urnas del primer presidente de la izquierda en Colombia, Gustavo Petro Urrego. Lo recogimos en la Ciudadela 20 de Julio y abordó con agilidad felina un tráiler en el que viajaba una veintena de disfraces de carnaval. Todos le dieron la bienvenida y lo abrazaron complacidos- detalló el coordinador del Pacto Histórico en el Atlántico Javier García Felizzola.

Ya en el camión y entre los bamboleos del andar y la música a alto volumen, Pedro se sentó en el piso de láminas de hierro y abrió una bolsa plástica. Comenzó a vestir los atuendos militares que personifican al legendario guerrillero que dio imagen a romántica revolución armada en de la historia latinoamericana. Se acomodó un viejo pantalón militar que le regaló un cliente de su zapatería. Se puso de pies y terció a su espalda un fusil de madera pintado de negro, con brocha gorda. Encinto sus cananas con balas y granadas de plástico, se ajustó la boina con una estrella al frente, arreglo con delicada coquetería su barba de más de treinta años, que da parecido físico con su personaje, y se presentó con su elevada estatura frente a la gente que lo miraba. Levantó su fusil y se entregó a la única causa que ha movido su vida, para recibir un aplauso.

La caravana recogió a otros personajes de nuestras fiestas y se enrumbó buscando la Cordialidad, para visitar -uno a uno- los pueblos ubicados a lado y lado. El objetivo final era una “toma” del municipio de Usiacurí.

Trescientos metros antes de llegar al peaje de Baranoa uno de los coordinadores de la campaña advirtió a los ocupantes del tráiler que debían descender del vehículo, atravesar caminando el control en las casetas y luego abordar de nuevo, doscientos metros más adelante, para evitar sanciones de la autoridad de tránsito al conductor. Todos atendieron de buena gana la solicitud y atravesaron caminando las casillas del peaje.

Eran las 9:20 de la mañana del viernes. Mientras caminaban el “Che Guevara” dialogaba animadamente con un actor disfrazado de Congo cuando una patrulla de la Policía se les atravesó en el camino y frenó bruscamente.

-El capitán Julio Ernesto Sánchez saltó de la camioneta y tomó por el brazo al Che. Le preguntó con tono de autoridad ¿Quién es usted? ¿De dónde sacó ese uniforme? Y le ordenó subir a la patrulla- relató el abogado Fabian Araujo Polo, delegado para este caso por la ONG Comité de Solidaridad con Presos Políticos.

Mientras los otros miembros de la caravana trataban de explicar al capitán las razones del disfraz, llegó a escena el coronel Carlos Currea Barrera, comandante del departamento de Policía del Atlántico, quien habían ordenado -por radio- al capitán Julio Sánchez capturar al Che Guevara.

-El coronel Currea venía de Baranoa por la carretera de la Cordialidad. Regresaba a Barranquilla, después de atender una entrevista en una emisora de ese municipio y presenció -desde la acogedora comodidad de su patrulla- el paso a pie de los ocupantes del tráiler por el peaje. Le llamó la atención el hombre uniformado con el fusil al hombro. Quedó impresionado por su frescura y el aire de naturalidad que expelía utilizando indumentaria militar y un arma de fuego de asalto. Entonces llamó a su subalterno -comandante de la estación de Policía de Baranoa- para que lo capturara- detalló el jurista.

Tres patrulleros costeños trataron de hacer entender al coronel y al capitán que se trataba solo de una representación cultural de nuestras fiestas, pero ellos no atendieron. Tomaron por los brazos, izaron el leve cuerpo de Pedro Vergara y lo subieron a la patrulla.

-Mi coronel por favor…esto es un disfraz- intentó dialogar El Che criollo, mostrando un viejo carnet que lo acreditaba como actor de las fiestas de carnaval.

El coronel lo miraba, frio e inconmovible, como quien mira a un fenómeno recién bajado de un platillo volador.

-Es de madera mi coronel. Este fusil es de puro palo y plástico. Solo el portafusil es de cuero de zapatos- reportó un patrullero al que Currea había ordenado en privado revisar en detalle el “fusil” y las “municiones” del Che Guevara.

Los alegatos de los demás miembros de la caravana fueron inútiles. Dentro de la patrulla el viejo zapatero fue “despojado de su indumentaria militar, de sus botas y sus deteriorados documentos de identidad”.

El Che Guevara entró visiblemente impactado a la celda número uno de la estación en Baranoa. De inmediato fue rodeado por tres detenidos por abigeato, dos delincuentes callejeros y un borracho violento, quienes comenzaron a buscar objetos de valor para quitárselos. No alcanzaron a atracarlo porque un veterano delincuente reconoció el rostro y la talla del “Che” y lo saludo. Se ergio firme frente al Che, llevó los dedos de la mano derecha a la frente, hizo sonar sus zapatos al estilo militar -firme mi comandante- ordenando al resto de presos: “a este no me lo tocan”.

El informe de la Policía al fiscal de la Unidad de Reacción Inmediata de la Fiscalía de Baranoa, ponía al Che Guevara a disposición por los punibles de uso indebido de prendas de uso exclusivo de las fuerzas militares (artículo 346 del código Penal) y por el posible delito de hacer apología a un guerrillero.

Incluso, el reporte del coronel Currea al comando de la Policía Metropolitana indica que “se conocieron voces ciudadanas que indicaban que un hombre uniformado caminaba desorientado y ordenamos ubicarlo para saber que le sucedía”.

-Cuando llegué a la estación me permitieron hablar con él a las bravas y comencé los trámites para asesorarlo. Ya por la tarde llegó su hija Yira Vergara y se multiplicaron las visitas de disfraces y gente del carnaval. Todos llegaban con comida, ropa y ayuda en general. Fue entonces cuando la noticia se regó, porque -por lo inconcebible – todos estábamos convencidos que lo iban a dejar libre enseguida- aseguro Araujo.

Ante la algarabía que produjo la llegada de Vergara Mena a la celda, el actor del carnaval fue sacado por los custodios y sentado en una silla plástica, mientras se adelantaba la judicialización. Allí permaneció más de 18 horas mientras era judicializado y presentado ante un fiscal.

-Correspondía a la fiscal Luz Marina Montes el proceso, pero esta funcionaria estaba ocupada. El coronel Currea y el capitán Sánchez insistieron, gestionaron, investigaron otras “posibles conductas delictivas” y finalmente lo dejaron detenido hasta que amaneció el sábado, a órdenes del fiscal del siguiente turno – preciso el abogado especialista en derechos humanos.

-Por tratarse de un señor de 87 años de edad -y además capturado de manera arbitraria- me apresuré a hablar con el fiscal de Baranoa, Víctor Venecia Campo, quien escuchó mis razones. Leyó sorprendido el informe de la Policía y se negó a realizar audiencia. Entonces ordenó por correo electrónico al comandante de la estación de Baranoa, dejar en libertad inmediata al actor cultural Pedro Vergara Mena- concluyó el buen abogado.

Finalmente, el sábado tipo once de la mañana, Pedro Vergara salió -todavía conmovido- de la estación y fue recibido por sus hijas y una veintena de actores de carnaval. Ahora tenía un pantalón negro desgastado y una enorme camisa roja en la que su esquelético cuerpo bailaba.

Desde luego, esta camiseta tenía impresa la imagen del rostro del Che original, captada por Alberto Diaz “Korda” en La Habana, en marzo de 1960, luego del triunfo de la revolución cubana.

-Me quitaron mi uniforme y querían que cortara el pantalón militar y lo volviera una bermuda. Me dejaron salir, pero se quedaron con mis cueros, apenas me entregaron el fusil- les dijo el Che a los medios que le cayeron como abejas al salir de la estación.

Justo en ese momento llegó a la estación otra caravana. Era mucho más ruidosa y larga.

Pedro Vergara Mena, sale de la Estación de Policía de Baranoa y saluda a decenas de actores del carnaval que fueron a visitarlo

Venían en su apoyo. Posiblemente tramaban “el rescate del líder” y ningún Policía percibió que -mimetizados entre la gente disfrazada, vistiendo discreta topa de civil, con gorras y gafas oscuras- estaban “Raúl Reyes”, “El Mono Jojoy” y el equipo completo de “Los Magníficos”. La banda organizada para el “asalto a la estación y el rescate del comandante” traía armamento pesado: Bombos, bombardinos, pitos, matracas, un enorme amplificador, pancartas, pasacalles, trompetas. Y al menos doscientos bailarines, disfraces, gente de civil y motociclistas dispuestos a “morir en la causa”.

Pedro se puso alerta con el sonido de los tambores, no atendió a las personas que habían estado esperando su vuelta a la libertad. Se despidió, gritó a todo pulmón “espérenme, espérenme nojoda”, corrió con la agilidad de un mono y abordó uno de camiones.

Yira su hija, solo se limitó a sonreír y se quedó con el almuerzo que le habían preparado sus hijas.

Desde entonces “El Che” de Barranquilla, sigue libre como el viento…

 

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