El pensamiento ecológico; pensar a lo grande

Con este slogan, Kant nos invita a pensar a lo grande: más allá de lo imaginable, de la capacidad de medir o imaginar: la magnitud de las cosas, en su profundidad y extensión de tal manera que podamos alcanzar la libertad radical de la mente para trascender nuestra «realidad» en un momento dado. Así como el software de un sistema operativo, donde la informática no nos da que pensar, pero nos enciende la mente a la hora de analizar la democracia. Así mismo nos invita a pensar en la ecología, cuyo testigo sublime es un nuevo universo colocado más allá del cielo visible. Pensar a lo grande supone enfrentarse a la absurda y desorientadora innovación del pensamiento ecológico.

Cuando pensamos a lo grande, descubrimos un agujero en nuestro universo psicológico. Ya no hay forma de medir nada, pues no hay ningún sitio «fuera» de este universo desde donde hacer una medición imparcial. Curiosamente, pensar a lo grande no significa meterlo todo en una gran caja. Significa que la caja se nos derrite en las manos. Que perdemos hasta el suelo que pisamos. En lenguaje filosófico, no solo estamos perdiendo niveles ontológicos de significación. Estamos perdiendo lo óntico, el verdadero nivel físico en el que durante tanto tiempo confiamos.

El pensamiento ecológico consiste, en las ramificaciones del «hecho realmente maravilloso» que es la malla. Todas las formas de vida son la malla, al igual que todas las formas muertas y de igual modo que sus hábitats, que también están compuestos de seres vivos y no vivos. malla significa una situación compleja o una serie de hechos en los que una persona se ve envuelta, una concatenación de fuerzas o circunstancias restrictivas; una trampa. En otras palabras, es perfecto. El pensamiento ecológico se mueve porque la malla aparece en el ámbito social, psíquico y científico. Puesto que todo está interconectado, no hay ni primer ni segundo plano. Quienes se acogen a este pensamiento ya no viven dentro de un horizonte (¿fue así alguna vez?). Ya no viven en un lugar donde el sol sale y se pone, por mucho que algunos filósofos insisten en que las cosas son de ese modo. Las extrañas configuraciones de estrellas o luces y nubes del cielo, como la escritura de un ser cósmico, han desaparecido. Ahora mismo estamos en el espacio.

Observar el universo con pensamiento ecológico, es mirarlo más allá de su propia esencia, imaginar la tierra iluminando a la luna durante el día como si tuviera habitantes y a ésta iluminando la tierra por la noche, prestándose servicios mutuamente. Quizá podríamos ver los otros soles y lunas que existen en el cosmos.

La crisis ecológica genera consciencia de la interdependencia de todas las cosas. Consecuencia de ello es la estremecedora sensación de que ya no existe ningún mundo. Hemos ganado Google Earth, pero hemos perdido el mundo. Mundo significa un lugar, un contexto en el que nuestras acciones cobran sentido. Pero en una situación en la que todo es potencialmente significativo.

No podemos verlo todo. No, al mismo tiempo (ni siquiera con Google Earth). Cuando miramos x, no vemos y. Las ciencias cognitivas sugieren que la percepción está cuantificada; llega en pequeñas tandas, no como un flujo continuo. Para llegar a un pensamiento ecológico hay que hacer una consideración independiente de los ídolos. Tener una hipótesis equivale a tener una mente abierta: tal vez la suposición es errónea. Tener una hipótesis equivale a tener una mente abierta: tal vez la suposición es errónea. El iconoclasta de Milton evita el delicado organicismo en el que se basa la interconectividad, pues el organicismo es la imagen estética de una adaptación «natural» entre la forma y el fondo, entre las partes y el todo.

Sin embargo; al comunicar algo siempre habrá momentos en que podemos caer en especulaciones. La imaginación inútil puede desviarnos de la justicia y la templanza, ¡El pensamiento ecológico! en lugar de decir «Estás aquí; acostúmbrate», ofrece una imagen negativa del emplazamiento humano, dando a entender que el hombre no debería pensar que su planeta es el único importante. Según la perspectiva de ese universo, los seres humanos no deben actuar con irracional conectividad espontánea. Antes bien, sugiere que deben reflexionar racionalmente sobre la descentralización del lugar que ocupan en el universo, así como sobre su incapacidad para explicar esa desorientación.

Actuar bajo el principio de libertad es otra forma de imaginar qué significa la ecología. Según esa interpretación, lo que te rodea tiene significado por causa de la razón. Satán representa el ego inflado que quiere que lo vean como si fuese muy grande. El título «Pensar a lo grande», pretende que nos sintamos humildes, no orgullosos.

Arquímedes dijo: «Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo». El pensamiento ecológico dice: «Dadnos un punto de apoyo y cuidaremos de la Tierra». Pensar a lo grande no nos impide cuidar del medioambiente. Google Earth y Google Maps convierten esa visión en una cuestión de señalar con el puntero del ratón y hacer clic. Algunas personas objetan que esas tecnologías constituyen una vigilancia masiva. Y no les falta razón. Solo en una era como la de este «poder-saber» llegará la conciencia global a manos de los racionalistas occidentales.

Google Earth nos permitió ver que las vacas se alinean de norte a sur a lo largo del planeta. Este conocimiento no estaba a disposición de aquellas personas supuestamente «encajonadas» en un «entorno vital». Ahora somos conscientes de los peligros que nos acechan a escala tanto global como individual. Por ejemplo: sabemos con exactitud cuánto mercurio tenemos en el cuerpo. Que el plástico filtra las dioxinas. Sabemos más de los riesgos. El riesgo se democratiza, y la democracia se convierte en un gestor de riesgos. La sensación de tremendo poder, así como la sádica y voyerista fantasía de ser capaces de verlo todo (en Google Earth, YouTube, etc.), van de la mano de una peligrosa sensación de vulnerabilidad.

En Occidente se concibe la ecología como algo no solo terrenal: esperan que la ecología concierna ante todo al emplazamiento local: sentirse como en casa; conocer el lugar y pensar en él desde la perspectiva del aquí y el ahora, no del allí y después. Para Heidegger, el pensamiento mismo era una presencia medioambiental, como indica la palabra morada. Cuando nos detenemos en algo, lo habitamos. Originalmente, para Heidegger, el pensamiento residía en la Tierra.

La cultura y la religión tibetanas tienen que ver con el cosmos. Imágenes de todo tipo incitan a pensar a lo grande. Una imagen de una mente iluminada es como el cosmos. El sistema budista dice que nuestro universo, junto con 1.000 millones de universos similares, flota dentro de un solo grano de polen en el interior de una antera de una flor de loto que crece en un platillo sujetado por un buda llamado Inmenso Océano Vairochana.

Por: Anwar Vargas María

Imagen: @arrtfoto

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