Análisis: una esperanza

“Salgo hoy a la calle para buscar mi sustento de mañana. Pero, debido al confinamiento general,  cómo podré resolver durante los días venideros porque tenemos que estar encerrados.”

Reacciones como esta, en voz de una vendedora de café tinto en las calles de Barranquilla, son una muestra muy clara del drama de muchas personas a las que esta pandemia del Covid-19 sigue poniéndole la más dura de las pruebas: subsistir ante los efectos de la crisis socio-económica.

La población más vulnerable en el país sigue siendo víctima de la otra gran pandemia, el hambre asociada a la extrema pobreza.

Y otro es el drama de familias que casi en silencio deben atender – particularmente con sus parientes mayores de edad – casos o episodios de ansiedad, nerviosismo u otros desequilibrios de tipo emocional, producto de la extendida incertidumbre un año después que todo iniciara y, particularmente, frente a los efectos de una tercera ola de contagios después de empezar el proceso de vacunación que fue publicitado como la gran solución a la crisis sanitaria. Nada más lejano a la realidad. Lo que hace perentorio un programa de asistencia psicológica social en los estratos menores de la población.

Estamos siendo testigos de una pandemia que ya parece saturada de estadísticas, anuncios desesperados, falsas expectativas y oportunismos mediáticos por parte de quienes parecen apostarle a llevar la paciencia de la gente hasta límite impensables, antes que reconocer sus errores y recomponer el rumbo  de un plan de acciones que a la fecha no ha generado más que angustia y desesperanza. Ahí encuentro explicación a la creciente incredulidad y desconfianza, por ejemplo, en el proceso de vacunación, mientras  en todo el mundo avanzan los movimientos anti-vacunas.

Reversar iniciativas como la educación con alternancia presencial y virtual, haber vuelto a la mayor restricción en la libre circulación de personas, ampliar los horarios de toque de queda, cerrar los sitios públicos y asomar progresivamente un confinamiento general y obligatorio, considero que ya era necesario dadas la circunstancias epidemiológicas, como lo es también y urgente seguir con las medidas de bioseguridad hasta tanto se produzca ese esperado hecho o una esperanza real y veamos ciertamente la luz al final del túnel – que como todo indica – ya no ocurrirá por cuenta de la vacunación masiva.

Con este panorama inicia una segunda semana de confinamiento controlado, previa a lo que – ojalá – no sea el comienzo de un período muy crítico o de mayor emergencia frente a la mutación del Coronavirus en el mundo. Asunto que ya advierten expertos, dando cuenta de cómo ahora están resultando infectadas personas más jóvenes y con un porcentaje no menos preocupante de letalidad.

Por: Freddy Gutiérrez B.

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