Análisis: Nación mortalmente sobredosificada

En el 2019 fueron 72151 muertes, en el 2020 fueron 93655 y en el 2021 la cifra superó los 100 mil fallecidos: 107622. Esas son las escalofriantes cifras preliminares reportadas como muertes anuales por sobredosis en los Estados Unidos de Norteamérica por parte del Centro Nacional de Estadísticas de Salud de dicho país la semana anterior.

Estos datos, publicados en el New York Times bajo el título “Las muertes por sobredosis siguen aumentando, con el fentanilo y la metanfetamina como principales culpables” (Overdose Deaths Continue Rising, With Fentanyl and Meth Key Culprits), evidencian un aumento progresivo en las muertes por sobredosis que involucran dos agentes principalmente: fentanilo y metanfetamina.

El primero de ellos, el fentanilo, es un opiode sintético que es más hasta 50 veces más fuerte que la heroína y hasta 100 veces más fuerte que la morfina y se reconoce como uno de más importantes factores que contribuyen a sobredosis mortales y no mortales en los Estados Unidos de Norteamérica. Mientras que la metanfetamina es un tipo de droga estimulante, muy adictiva y que permite que quienes la consumen sigan despiertos, activos de manera contínua y con una muy baja necesidad de dormir.

El análisis del nivel de incremento porcentual que se ha observado en la mortalidad en el país del norte por esta causa en los pasados 3 años, muestra que se pasó del 30% del 2019 al 2020 y del 15% del 2020 al 2021, es decir, la mitad del aumento que por este concepto hubo del 2019 al 2020. Sin embargo, un hecho grave y además preocupante es que las muertes por metanfetamina casi se triplicaron entre el 2015 al 2019 en el grupo de personas entre los 18 y los 64 años residentes en los Estados Unidos.

Lo peor es que ese crecimiento progresivo de muertes por sobredosis ha tenido un comportamiento ininterrumpido desde la década de 1970 hasta el presente, excepto en el año 2018, signo inequívoco de la crisis que padece dicho país y un fracaso en la prevención de la mortalidad por dicha causa por todos estos años.

Según el mencionado reporte del Centro Nacional de Estadísticas de Salud de los dos agentes causantes de esas más de 100 mil muertes por sobredosis en el 2021, el 70% fueron debidas al uso del fentanilo (71238 fallecimientos), siguiendo en su orden la metanfetamina, la cocaína y los opiodes naturales (como la heroína y la morfina).

Los resultados de esta investigación también incluyó la valoración de la posibilidad de atención efectiva que reciben los 41,1 millones de personas que presentan trastornos por el uso de este tipo de sustancias, sólo el 6,5% (2,7 millones), pudieron recibir ayuda en una centro especializado en el último año.

De otra parte, el uso combinado de fentanilo con metanfetamina, es la mezcla mortal que, según los funcionarios de salud norteamericanos, está detrás de los miles de fallecidos por sobredosis en el 2021,  a tal punto que según éstos nunca han visto “que un opiode poderoso como el fentanilo se mezcle con una metanfetamina tan potente”.

En síntesis, la pandemia en Estados Unidos incrementó la crisis de consumo de este tipo de sustancias y antes de estarse controlando, sigue intensificándose después de 2 años pandémicos. El tema es un auténtico problema de salud pública para los norteamericanos pues las sobredosis ya superaban desde hace rato la mortalidad por SIDA, la generada por accidentes automovilísticos e inclusive los fallecimientos por armas de fuego. Tanto es así que frente a la suma de fallecidos por Covid-19 en esa nación norteamericana en el 2021, el total de muertes por sobredosis alcanzó a ser el 25% del total de la mortalidad generada por la pandemia en ese segundo año de la presencia del coronavirus SARS-Cov-2 en el mundo.

Según Emily Einstein, quien dirige la División de Políticas Científicas del Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas en Estados Unidos – NIDA, lo que hace que las cifras de consumo, abuso, sobredosis y muertes por estas sustancias sean tan devastadoras es  “que actualmente no existen medicamentos aprobados para tratar el trastorno por consumo de metanfetamina”. El NIDA es patrocinador de la mayor parte de la investigación que se realiza en el mundo sobre el impacto que genera el consumo de drogas y el impacto que tiene la drogadicción en la salud de las personas.

Como se mencionó al principio de esta columna, las cifras informadas frente a este tema en el New York Times, solo son consideradas preliminares, por lo que al identificarse y consolidarse nuevos casos de muerte por sobredosis ocurridas en el 2021, las cifras pueden ser aún mayores, lo que ratifica que esta nefasta marea cargada de sufrimiento, dolor y muerte sigue subiendo a pesar de las intenciones que ha tenido el gobierno de lograr un impacto significativo en su control y prevención.

De otra parte, el consumo de este tipo de sustancias genera otros problemas de salud pública colaterales y de manera simultánea. De hecho, se ha vinculado el uso de metanfetamina con la transmisión del VIH, pues las enfermedades infecciosas se pueden propagar cuando se comparte material inyectable y a través de una mayor actividad sexual sin protección que de manera frecuente se asocia con el consumo de metanfetamina. Expertos ya habían documentado altas tasas de uso de metanfetamina entre hombres que tienen sexo con hombres, quienes además, también enfrentan tasas más altas de transmisión del VIH.

El presidente Joe Biden anunció el pasado mes de abril a través de sus voceros sectoriales que se implementaría lo que sería en su gobierno la primera estrategia nacional de control de drogas “por adicciones no tratadas y el narcotráfico”. Para ello busca ampliar la oferta de “servicios salvavidas” como el tratamiento con naloxona, así como la realización de las pruebas reactivas de drogas y el aumento al acceso de estos consumidores a los programas de suministro de jeringas. De manera complementaria, el zar antidrogas de Biden, el médico Rahul Gupta, presentó un plan específico para combatir el consumo de metanfetamina y quien cumplirá por primera vez en el gobierno de Estados Unidos con el rol de supervisor de la Oficina de Política Nacional de Control de Drogas de la Casa Blanca.

Para ello ya el mandatario norteamericano requirió un incremento al presupuesto para el funcionamiento y la operación de las agencias antidrogas, así como el control de fronteras para que se logre disminuir el flujo e ingreso de drogas ilegales del país.

En síntesis, Estados Unidos vive una pandemia sobre la que se ha estacionado una epidemia: a la pandemia generada por el coronavirus que diezmó tantos hogares en ese país, ahora vive la epidemia de uso de sintéticos que está en un nivel nunca antes visto y que solo en el último año, mató a más de 100 mil personas. Por eso dolorosamente está pasando de ser el país del sueño americano a la nación mortalmente sobredosificada por el uso y abuso de este tipo de drogas.

NOTA 1: Para los que creen y dicen que la pandemia por Covid-19 ya es historia, en estos momentos la cifra ascendente de nuevos casos tanto en Corea del Norte como en China, muestran que la pandemia está vigente y el virus sigue mutando y matando. La situación en estos dos países pinta tan mal, que esta semana el mismo Joe Biden ha ofrecido vacunas contra el coronavirus tanto a Corea del Norte como a China para proteger a la humanidad de un nuevo brote de esta enfermedad que en muchos países ya está en fase de mitigación.

NOTA 3: En Colombia, según los 2 últimos reportes del Ministerio de Salud y Protección Social, en la semana que cerró el 6 de mayo, el número de casos nuevos fue de 1671, mientras que una semana después, esa cifra aumentó a 3795 nuevos casos para el 13 de mayo, es decir 2124 nuevos casos más que la semana inmediatamente anterior. Para esos mismos períodos de análisis, el promedio diario de nuevos casos reportados pasó de 239 a 542 nuevos casos y hubo 12 muertos por Covid-19 en cada una de esas semanas analizadas. Si se quiere vivir a salvo y minimizar la posibilidad del contagio o de padecer un cuadro severo de la enfermedad, no se puede abandonar la vacunación ni las medidas de bioseguridad.

Por: Ulahy Beltrán López

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