Análisis: Llegan, delinquen y se van…

La aparente facilidad con que la delincuencia viene operando para robar, asesinar, intimidar, y amenazar en cualquier sector de Barranquilla, bien parece una manera que tiene el delito de medir en la gente su capacidad de asombro, mientras que la ciudadanía no deja de reclamar, eso sí, una mayor y más efectiva capacidad de reacción de la autoridad policial.

En la capital del Atlántico hemos visto y conocido toda clase de estrategias y medios para contrarrestar ese operar delictivo que ahora parece atemorizar más en las calles, incluso, que el mismo Covid-19.

Cada vez la Policía recibe más costosos y modernos equipos para que cumpla con su misión de garantizar la seguridad: vehículos, radios de comunicación, y armamento sofisticado. Al tiempo aumenta su pie de fuerza según la nueva circunstancia y ya estamos acostumbrados a eso, pero también vale la pena recordar que del mismo modo hemos visto y conocido toda suerte de estrategias y planes que demandaron inversiones muy costosas para la ciudad. Recordemos el helicóptero «Halcón» para los sobrevuelos de seguridad con visión nocturna que permitiría las capturas en flagrancia, los CAI móviles para la reacción inmediata, los CAI blindados en los parques para sentir más cerca la protección, las cámaras de seguridad para mantener vigilada la ciudad las 24 horas, el grupo élite armado y súper equipado de Reacción Caribe RECAR y hasta los mega-drones de alta tecnología para persuadir al delincuente. En fin, en Barranquilla no parece faltarle nada a la Policía para que realmente cumpla entregando la tranquilidad que reclama la gran mayoría, es decir los buenos o aquellos ciudadanos de bien.

Pero, en cambio, aquí dejó de ser seguro el transporte público porque antes de parar el bus hay que esconder el celular y en la calle es mejor no usarlo para no dar papaya. Realizar una transacción bancaria, dentro o fuera de la entidad financiera, es igualmente de riesgoso porque ser víctima de los ‘fleteros’ o de una mini cámara de vídeo en un cajero electrónico se volvió cotidiano. Que lo esperen los delincuentes en la entrada de su garaje es una escena muy común en los barrios, así como el robo de un carro en la puerta de un edificio. El asalto a una joyería a manos de disfrazados como Policías o la incursión de ladrones en cualquier comercio para despojar a clientes y después huir en motocicletas, son casos recientes y suficientemente documentados en videos.

Así las cosas:
¿Por qué parece tan fácil el modus operandi de los delincuentes?

¿Por qué hay más retenes de control de Policía de Tránsito que de Agentes Policiales de seguridad en las calles de la ciudad?

Por qué la inversión logística no es directamente proporcional a la presencia y reacción policial?

Y mientras se conocen las respuestas, la comunidad sigue esperando, exigiendo y necesitando urgentemente la protección que realmente le proporcione esa percepción efectiva de seguridad y le permita vivir con más tranquilidad para de esta forma no tener que convivir – además de la incertidumbre de la pandemia – con la zozobra de «la atracadera».

Por: Freddy Gutiérrez B.

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